Por Jorge Elbaum
17 de agosto de 2025
La cumbre de Alaska se convirtió en una victoria política de
Vladímir Putin. Durante tres años insistieron en su aislamiento –lo calificaron
de paria– y quisieron presionarlo para que acepte una tregua, en momentos en
que sus tropas avanzan de forma persistente en camino a Kiev. Lejos de
someterse a las presiones, los ultimátums y a las amenazas previas del propio
mandatario estadunidense, fue recibido en alfombra roja, exhibió su sonrisa más
afable y aduló al magnate devenido en presidente afirmando que "no hubiese
habido guerra en Ucrania de haber estado Trump en el poder en 2022". En
búsqueda de su ansiado premio Nobel de la Paz, el narcisismo de Trump se vio
colmado, situación que permitió orientar los debates a áreas de interés común
como el vencimiento del Tratado de Nueva Reducción de Armas Estratégicas que
expira el 5 de febrero de 2026.
La revista británica The Economist consideró que el
encuentro se convirtió en una pesadilla geopolítica coherente con la
humillación sufrida por Volodímir Zelenski en la reunión realizada en febrero
último en la Casa Blanca. Los propagandistas de la supremacía de Europa
Occidental –adiestrados en una recóndita rusofobia–, olvidaron considerar que
el encuentro fue protagonizado por perfiles de formación disímil. Por un lado,
el millonario curtido en el arte de comprar, vender, engañar, estafar y dirigir
reality shows como El Aprendiz. Un magnate devenido en mandatario que fue
condenado en tres causas: abuso sexual, difamación y falsificación de registros
comerciales. Un presidente que, además, la Corte Suprema lo preservó de ser
procesado por golpista. Frente a él, un abogado, exfuncionario de una agencia
de inteligencia durante dos décadas, protagonista de la recuperación del
orgullo nacional ruso. En síntesis: un jugador fullero de póker, frente a un
ajedrecista embebido en patriotismo.
El encuentro estuvo enmarcado en una proliferación
comunicacional inusitada. Cada gesticulación, guiño y ademán se convirtió en un
elemento de altercado simbólico. La decisión de llevar a cabo la reunión en la
Base Militar Conjunta Elmendorf–Richardson se constituyó en el primer mensaje
de amedrentamiento. Los encargados políticos del protocolo conjeturaron que el
solo ingreso en territorio militar intimidaría al jefe del Kremlin. Una de las
primeras respuestas fue bridada por el canciller Sergei Lavrov, quien fue visto
el jueves por la tarde, en Anchorage con un buzo estampado con la inscripción
de la sigla CCCP. Dichas iniciales son la abreviatura en ruso de la URSS. El
territorio de Alaska perteneció a Rusia hasta 1867 cuando el zar Alejandro II
decidió venderlo por un valor aproximado a los 7 millones de dólares.
Gran parte del establishment globalista, y sus mercenarios
comunicacionales, pronosticaban, con indisimulable fastidio, que Putin sería
indoblegable. En ese contexto, la sola realización de la cumbre supuso un éxito
para el mandatario moscovita al prevalecer sobre las operaciones realizadas por
Bruselas para que no se lleve a cabo el cónclave o para que fracase. Desde Francia,
Emmanuel Macron intentó quitarle relevancia al encuentro afirmando que “es
normal que haya una reunión bilateral entre Rusia y Estados Unidos. Lo bueno es
que haya coordinación con Europa en los asuntos que le conciernen". Las
contradicciones entre Bruselas y Washington no son el resultado del arrebato
trumpista, sino la consecuencia de enfoques alternativos sobre cómo enfrentar
la rebelión en la granja de los BRICS+, cuya emergencia trastoca el
establishment financiarista monolítico que caracterizó las relaciones
internacionales en el último medio siglo.
Europa trató de convertir la reunión en un fracaso, mientras
que el régimen de Kiev llamó en forma desesperada a ejercer más presión contra
Putin. Las respuestas estadounidenses previas no se hicieron esperar: el
secretario del Tesoro, Scott Bessent, conminó a los dirigentes de la Unión
Europea a "cerrar la boca" ante la evidencia de que buscaban el
fracaso de la cumbre. La velocidad de los cambios genera confusión entre
quienes estaban (mal)acostumbrados a orientar de forma mancomunada la
gobernanza global, apelando al latiguillo de un orden basado en reglas, ajeno a
la Carta de las Naciones Unidas. Una normativa que ningún país debatió ni
aprobó y que la lógica multilateral cuestiona desde diferentes perspectivas:
(a) la defensa de la seguridad estratégica planteada por
Moscú contra los 32 países de la OTAN;
(b) el derecho de la República Popular a instaurar
mecanismos de cooperación no injerencista haciendo valer al mismo tiempo su
preponderancia económica y comercial, basada en la productividad y la
competitividad;
(c) el paradigma de la autonomía planteado por Brasil al
reivindicar la soberanía de sus instituciones jurídicas;
(d) la dignidad y resiliencia India dispuesta a tender
expeditivos puentes hacia su antiguo adversario regional, después de las
penalidades arancelarias impuestas por Washington; y
(e) Sudáfrica, liderando las acusaciones ante el Tribunal
Penal Internacional respecto al genocidio en Gaza.
La ofensiva rusa se produjo en febrero de 2023, pero en el
análisis estratégico examinado por los mandos militares del Kremlin no solo
pesó el cerco impulsado por la OTAN, sino las invasiones previas, tanto la de
Napoleón como la de Hitler. En los estudios previos también se consideraron los
documentos oficiales británicos publicados por el National Archives en 1998 en
los que se filtraron las propuestas de Winston Churchill para atacar la URSS en
1945. La investigación fue realizada por el analista Jonathan Walker,
integrante del Comité de Historia Militar. Fue publicado en 2013 con el título
de Operación Impensable. Al final de la Segunda Guerra, el presidente Harry
Truman relegó la propuesta de Churchill porque tenía una propuesta de mayor
alcance disciplinario: las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki con las que
consiguió la rendición de Japón y pretendió aterrorizar a los soviéticos.
La pelea actual al interior de la OTAN se vincula con que
fue Estados Unidos quien impulsó la operación de asedio y acoso contra la
Federación Rusa desde los años noventa. Pero ahora decide ausentarse por
considerar que debe dedicarse a dos enemigos prioritarios: los inmigrantes
internos –todos ellos considerados delincuentes y narcotraficantes–, y los
chinos. Mientras tanto, la República Popular exhibió su acostumbrada parsimonia
basada en la Asociación Estratégica Integral que hermanan a Xi Jinping con el
Kremlin. Dicho acuerdo incluye una próxima reunión conjunta en la que se
abordarán las derivas geopolíticas del encuentro realizado en la Base Militar.
Mientras tanto, los apesadumbrados demócratas globalistas junto a Ursula Von der Leyen aseguraron que la
cumbre podría convertirse en una nueva Conferencia de Yalta, sin presencia
europea. Las dos victorias de Putin, la política y la militar, parecen limitar
las capacidades de Bruselas para proponer nuevas Operaciones Impensables. Eso
que llaman Occidente está roto.
Publicado en:
https://www.pagina12.com.ar/850128-las-dos-victorias-de-putin